miércoles, 6 de abril de 2011

Frontera Malasia - Tailandia y Hat Yai

19-20/03/2011

Hola a tod@s! Siento haber estado tanto tiempo sin publicar nada pero , en este ulimo mes, el duende antiblog me las ha hecho pasar putas.. Primero estuve sin internet, despues atrapada en una isla sin corriente electrica, sin wifi y mi portatil peto. Despues murio tambien el disco duro y me quede sin fotos (gran putadon) pero parece que estoy consiguiendo repararlo y he recuperado muchos archivos... Gracias Recuva.com!! Eso si, nos despedimos ya de las tildes, de las "ny" y de cualquier otro caracter que no aparezca en los teclados internacionales. Tampoco podre dar formatos... Me duele en el alma pero la interfaz del blogger es una hez y no puedo ir instalando el live writer en todos los ordenadores que me encuentre.

Bueno, a lo importante, desde la ultima publicacion han pasado muchas cosas pero ire poco a poco...


Según las guías, entrar en Tailandia por el este no parecía una buena idea, por las tensiones de los últimos años en esa zona de mayoría musulmana pero todos los malayos a los que preguntamos coincidían en que no había ningún problema así que nos lanzamos rumbo Hat Yai por Rantau Panjang. No quiero animar con esto a nadie a que cruce por ese punto, desde hace años bajo Ley Marcial según el MAEC. A nosotros nos venía mejor y nos aseguramos mucho antes de hacerlo. Dicho esto, menos de 300 km nos llevaron 10 horas de barca, taxi, pateada y tren pero cruzar el puente que hace de frontera entre Malasia y Tailandia en esa zona a pie y con la mochila puesta sabe tanto a viaje que mereció la pena!

El taxista que nos llevó a la frontera a 40 km/h (un poco más y se duerme, literalmente), nos dejó justo delante de la aduana de Rantau Panjang. De allí a la estación de tren de la vecina Sungai Kolok en Tailandia hay más o menos 1 km y medio que se hace eterno porque hay que parar a rellenar papeles en los dos lados de la frontera, rodeado de una marabunta de malayos y tailandeses que no están muy entrenados en eso de hacer cola. Cuando por fin terminamos de poner sellos e intercambiar papelotes en nuestros pasaportes, nos quedaban unos 15 min y 1000 m para llegar a la estación y coger el último tren a Hat Yai así que aceleramos y, en mi destino de ir descalza por el Mundo (véase rotura de sandalia en Copenhague y otra que salió volando en Barcelona), se me rompió una chancleta… Sí, en chanclas a lo loco y bajo la lluvia… Mal plan.
LLegamos a la estación empapados de lluvia y sudor cuando entraba nuestro tren, compramos corriendo los billetes con dinero malayo y nos montamos a saltos, supurando stress por todos nuestros poros en el primer vagón que pillamos ante la atónita mirada de los relajados y sonrientes tailandeses que no parecían comprender nuestro comportamiento… ¡Y con razón! Entre Malasia y Tailandia hay una hora de diferencia, con lo que no llegábamos 15 min tarde, sino 45 min pronto… Estos blancos…
El paisaje desde el tren, como siempre, espectacular: Selva, campos de arroz y pájaros de colores, con una diferencia marcante: Empiezan a aparecer wats (especie de monasterio) dispersos entre los árboles.
A juzgar por los militares armados con metralletón que custodiaban en el tren y se volvían locos cada vez que paramos en una de las muchas estaciones que hay entre Sungai Kolok y Hat Yai, la situación política del sur de Tailandia parece que sí sigue tan tensa como se indica en las guías y en la web del MAEC. Aunque quizás sea más una amenaza latente que un peligro real porque Hat Yai resultó ser una especie de Andorra donde los malayos acuden en masa a hacer compras a buen precio y a disfrutar de su comida, de su bebida y de sus bellas mujeres.
Puede que esté paranoica con la fama que tiene Tailandia como meca del turismo sexual pero aquí hay una cantidad de prostíbulos de acojonar. Nada más entrar en la habitación del primer hotel, nos encontramos con unas pegatinas en el espejo en las que se ofrecía, sin ningún tapujo, un servicio femenino de masaje con final feliz y “sonrisa de Siam” que quizás fuese un masaje mondo y lirondo… Pero lo dudo.


Hat Yai resultó ser toda una jollita sorpresa en nuestra ruta entre playas malayas y tailandesas. Como no se habla de ella en las guías, nos la descubrió una presentación de fotografías de la ciudad que vimos en una gran pantalla del centro. En busca del gran Buda yaciente del Wat Hat Yai Nai, nos encontramos con el wat de la foto, el del monje (santo?) anciano venerable que sale en muchas postales (una incógnita por resolver) y del que hemos olvidado el nombre. Nuestra primera impresión fue que simbología religiosa de Tailandia es muy rica y que nosotros no entendemos nada. Me acuerdo del libro “Religiones del Mundo” que está cogiendo polvo en Zaragoza y de las mil veces que me he quedado dormida leyendo la primera página. Habrá que preguntarle a google y pillar un guía.


De camino al Wat Hat Yai Nai, paramos a comprar unas guirnaldas de flores de ofrenda para mimetizarnos con la población local (como si eso fuese posible). Pensábamos ponérselas al buda pero no estábamos muy finos, para las ofrendas y oraciones hay un altar específico en el que (1) se ponen flores frescas en unos jarroncitos, (2) se enciende un manojillo de varas de incienso, (3) se le pega un rectangulillo de pan de oro a la imagen que mejores vibraciones te de, (4) se deja en otra vasija una flor de papel adornada con billetillos (importe libre), (5) por fin se le cuelga la guirnalda a una imagen a tu elección y se ora. No tenemos muy claro si es así el orden (ni si importa); solo nos dedicamos a imitar a un paisano que andaba por allí y que nos hizo amablemente de guía espiritual improvisado…
El Buda yaciente de Hat Yai es bastante impresionante. No solamente por su tamaño (es el tercero más grande del Mundo) sino por la increíble sensación de paz y armonía que emana su expresión. En su interior alberga una tienda de objetos sagrados, un monje al que la gente acude con sus consultas y para ser bendecidos (? otra incógnita por resolver) y, lo que más me llamó la atención, pequeños nichos en las paredes que tenían toda la pinta de ser para cenizas de difuntos, incluso en plan panteón.

  
 
La siguiente parada fue el Mahapanya Vidayal, un complejo con templo chino y pagoda, con la entrada custodiada por un ejército de monjes dorados de dos metros. En la cima, hay un gran buda dorado sentado sobre una nube azul chillón.
Así de primeras, tanto cartón piedra, tanto dorado y tanto dragón de colores me agobiaron un poco. Me sentí como en un parque de atracciones espiritual e ignorante al 100%. De repente estaban ahí, codo con codo, el buda dorado enorme con otro barrigudo de colores, un montón de figuritas en miniatura haciendo equilibrios en las minicascaditas de los riachuelos que decoran los jardines y, dentro de la pagoda, la típica figura hindú con muchos brazos aunque con cara oriental. Preguntar no sirvió de nada porque no me entendían pero tampoco creo que me hubiese podido quedar con todo en un solo día… Vaya tela…


 
 
 
La siguiente parada en la ruta: Krabi, en la costa oeste de Tailandia, en el Mar de Andaman.
 
Pero eso ya es otra historia y, por hoy, ya ha habido bastante! Yo por mi parte me voy a celebrar con una cerveza bien grandota la vuelta de mis archivos! A ver si no me derrito de aqui al proximo bar...

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